Reflexiones de un periodista

Tuesday, November 01, 2005

Contra la libertad de expresión

Una de las primeras medidas que toma cualquier dictadura bananera que se precie de serlo, es la de liquidar a aquellos medios de comunicación que no son afines a su doctrina para acallar sus mensajes y de este modo evitar que la población pueda recibir información que no es del agrado de las instituciones oficiales.

Los regímenes democráticos tratan de garantizar la pluralidad informativa, protegiendo la libertad de prensa, que en España está regulada por el Artículo 20 de la Constitución, que posibilita que exista esa diversidad de medios de comunicación, imprescindible en cualquier régimen democrático.

Por supuesto, la libertad de expresión tiene unos límites. El periodista no puede utilizar una emisora de radio o una cadena de televisión para insultar o difamar a terceras personas, de ahí que en cualquier sistema democrático que se precie, aquella persona que se sienta ofendida por un medio de comunicación, tiene la potestad de acudir a los tribunales de justicia, que dictaminaran acerca del posible delito.

Bien, pues el gobierno catalán haciendo gala de la ley del embudo, ha tomado una decisión propia de regímenes de países tan avanzados como lo fueron la Uganda de Idi Amín o lo es la Cuba de Fidel Castro; como la Cadena Cope se dedica a criticar, con más o menos razón, las patochadas de Maragall, Carod Rovira y sus adláteres, ha decidido que la mejor decisión para evitar las críticas de esa emisora es cerrarla, para que de este modo los oyentes de esa cadena de radio no puedan conocer aquellas informaciones que a estos tipos le resultan incómodas.

No es la Cadena Cope santo de mi devoción, tanto por motivos personales, como por motivos ideológicos, pero menos aún un gobierno autonómico que no respeta el derecho fundamental que existe en cualquier democracia a la libertad de expresión y que se ha empeñado en realizar una política de crispación cuyas consecuencias más importantes me temo que sufriremos en un futuro inmediato.

No me resisto a reproducir la intervención de un nefasto político que por desgracia del destino estuvo al frente de un régimen tan ilustre como es una República. En una sesión en el Congreso de los Diputados, Manuel Azaña justificaba la suspensión de aquellos periódicos que eran críticos con el régimen republicano con el siguiente discurso:

“Solo mirarán con recelo y enojo esta ley aquellos que tengan que temer algo de su aplicación. ¿Y quien tiene que temer algo de su aplicación? De ninguna manera la verdadera prensa; aquí no se habla de la Prensa digna de este nombre, la Prensa que vive a la luz del día dentro de las leyes y que respeta su decoro y el ajeno; pero a las hojas facciosas y a las pequeñas bellacadas clandestinas que andan circulando por toda España, llevando a todas partes el descrédito de la institución republicana…¿a eso vamos a llamar prensa, a esos reptiles que circulan por la sombra, que van de mano en mano, corriendo por los rincones de la península y sembrando el descrédito o la burla o las malas pasiones? Eso no es prensa, y contra eso vamos…”

Si no estuviera seguro de que este desacertado discurso lo pronunció Azaña, hubiera pensado que su autor era el ministro Montilla, Maragall o Carod. Cualquiera de ellos suscribiría las palabras del infame político de Alcalá de Henares.

Nunca creí que podría identificarme con la Cadena Cope, pero como periodista no tengo más remedio que solidarizarme con unos compañeros, que al margen de su ideología, se dedican a ejercer su profesión con más o menos acierto, y pese a que su línea editorial no sea compartida por un amplio número de españoles (entre los que me incluyo) esto no justifica que un gobierno bananero los acalle por narices.

¿Torquemada remains?

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