Reflexiones de un periodista

Saturday, January 14, 2006

Morir en La Meca

En La Meca, cada año cientos de peregrinos pagan su exacerbado sentimiento religioso con su propia vida. No soy nadie para juzgar las pasiones ajenas, pero me resulta inconcebible que millones de personas pongan en peligro su existencia para cumplir con una tradición porque, mientras no se demuestre lo contrario, vida no hay nada más que una.

Tal vez sea incapaz de comprender a estas personas, porque nunca he podido entender el fanatismo religioso. He aprendido a ser empirista y pragmático, y aunque respeto las ideas de los demás, creo que la vida es un bien demasiado preciado como para ponerla en peligro innecesariamente o para sufrir un determinado riesgo por seguir al pie de la letra los dictámenes que hizo un profeta hace mil cuatrocientos años.

Hoy en día la religión sigue teniendo un poder muy alto, tanto a nivel nacional (basta con ver la reciente manifestación en contra de la Ley de Educación) como a nivel mundial, ya que desde la descomposición de la Unión Soviética, nuestro mundo ha pasado de un antagonismo bipolar político a un antagonismo bipolar religioso.

En vista de que la religión mueve montañas, a veces me pregunto si soy un egoísta, porque lo que verdaderamente me importa en esta vida son mis estudios, mi trabajo, mi familia y mis amigos, y a nivel general, el utópico deseo de que todos podamos vivir en un mundo de paz, libertad y en el que nadie pase carencias. La religión no está en esa lista de preferencias. No estoy dispuesto a morir por mi Dios, ni tan siquiera a poner en riesgo mi vida en una macroperegrinación para contemplar de cerca una piedra negra.

A lo mejor soy demasiado egoísta, pero a mi edad ya no voy a cambiar.

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